Tiempos extraños que nos ha tocado vivir. Tiempos en los que los artistas performativos parecen sobrar y a la vez tiempos de buscar nuevas formas de seguir contando, cantando y compartiendo.
El confinamiento nos ha hecho ver lo mejor y peor de cada un@ y siento que es una oportunidad para sanarlo y crecer. Nos ha puesto delante lo que posponíamos y lo que no queríamos ver, con la premura del aquí y ahora permanente que podía cambiar en segundos según los días y los casos. Quizá por todo eso y por su causa decidimos seguir las aventuras digitales desde otro punto geográfico, donde los ojos descansen en paisajes distantes, donde las personas difieran poco porque en el fondo la esencia es la misma y donde la mar es más fiera y más indescifrable.
Las despedidas siempre traen el sabor agridulce de soltar lo conocido y a la gente querida en el camino junto con el regusto adrenalínico de lo que ha de venir, de las aventuras que nos esperan. En mi caso el confinamiento me produjo algo muy interesante, poca capacidad de concentración lectora y muchas ganas de hacer cosas manuales. En otros momentos de mi vida de cierto estrés, trabajar con las manos me traía calma y cierta poesía al entorno complicado que viví entonces y que vivimos en estos días. Hice un curso de mandalas con Entrelanados, que recomiendo de todo corazón y jugué con poco para hacer un regalito a mis alumn@s de despedida. L@s seguiré viendo por Zoom, que tantas alegrías me ha dado, pero les queda el recuerdo y la energía puesta en cada uno de estos mandalitas pensando en cada una de estas personas.
Se hicieron con mucho cariño y con ganas de perfeccionar la técnica, pero cumplieron su cometido y gustaron mucho..
Lo dicho, nos vemos en la esterilla y gracias, gracias, gracias.
