Saturday, November 08, 2008

“Solo quiero caminar” de Agustín Díaz Yanes


Vuelvo a casa muy tarde por el mismo camino de siempre, porque en realidad no hay otro…cuarenta kilómetros cuadrados de superficie no dan para hacer virguerías ni arquitectónicas ni culturales. El único alivio es el visual ya que aunque cíclicamente vayan y vengan los cuerpos Prêt-à-porter de fabricación en serie, la mar, sin perder jamás su belleza intocable de ida y vuelta, nos observa o se deja admirar desde cualquiera de sus ángulos: todos son buenos.

Una luz solitaria rompiendo la monotonía de estas calles de mortecinos grises permanentemente vacías durante el invierno, me despista. Miro y es solo la parte trasera de un supermercado con sus carros vacíos de tamaño de humano pero que sospechosamente jamás he visto durante su manipulación que transportaran a ninguno. Aunque la ausencia de belleza de la escena me hace querer pasar rápido de esa luz insolente al gris imperturbable que me deje de nuevo suspendida en la noche repetida de ausentes o de muertos, me fijo en una fotocopia a color pegada en la pared y por el morbo de completar la escena obscenamente antiestética a mis ojos me sorprendo no con la foto de un cachorro perdido y no hallado en templo alguno sino con la foto de una anciana. Debajo en letra torpe de esas de cuadernillo Rubio de cuando empezábamos a escribir en el colegio, aparece un texto en un rojo rabioso. La redacción no es infantil sino de algún adulto que aprendió a escribir con una pasión que no pudo seguir ejerciendo con el fin de perfeccionar las formas; porque la vida a veces viene algo difícil y si se trata de una contemporánea de la anciana no solo la vida sino la guerra abierta cercenó muchos sueños de narradores gráficos de historias.

El texto, en fin, recordaba a una tal..no recuerdo..que fue “secuestrada y llevada a un asilo” donde murió poco después. El anónimo exigía ¿justicia? por el fallecimiento posterior de la anciana. Uno pudo pensar que el autor o la autora fue un amor de esos que a veces surgen en esa edad tercera o cuarta o cuantas veces queramos o podamos rendirnos ante ese hecho tan conflictivo del amor, o quizá la justicia que se demanda en el texto surge de la sensación de abandono que pudo sobrevenirle a la señora al desenraizarla de cuajo y sin preguntas para llevarla a una supuesta fábrica de ancianos idílicamente felices a la espera del sueño eterno.

En esta ocasión fue la película que terminaba de ver la que dictaminó como una lápida el veredicto de esa historia. La película “Solo quiero caminar” de Agustín Díaz Yanes nos presenta a unas Parcas sin hilos que hilan sus caminos a golpe de uso y manipulación de la mente típicamente machista la cual descarta que las protagonistas, en su condición de hembras, puedan ser rivales de su altura. Sin embargo una cuarta figura, la que sí que se quiso creer los cuentos de princesas, es la que con un finísimo hilo que nunca vemos las mantiene reunidas en hermandad carente de violencia hacia lo femenino. Es la mujer la que da vida y la quita, y a la que se la quitan…Finalmente las dos caras a las que la mujer se ha enfrentado desde que no le queda más remedio que hacerlo cara a cara se miran a los ojos: la de la madre a la fuerza como cuidadora de preservar la vida, aunque ni el hijo sea suyo y la de superviviente al estilo del hombre sin emociones, sin vacilaciones, pero sin sonrisas ni lágrimas. ¿Un mundo transgenérico que se apropia de roles para dejar al mundo establecido sin argumentos o la constatación de la soledad como única solución a un mundo que ya no puede con sus heridas?


Soledad una palabra tan circular y voluptuosa...pero con la estaca clavada de la letra “l” desplazada hacia la izquierda,o la derecha,según como se mire o a preferencia del torero, como el hijo de una de las protagonistas de la trama*. La “l” elemento afilado y certero que nos hace pensar que las cosas acabarán quedándose como están o que la edad-del-sol nos lleva inevitablemente a la decadencia y al fin de la especie.

En estos días es que el presidente de un país regidor de la cultura occidental contemporánea dejó de ser políticamente correcto permitámonos el lujo de pensar que en este mundo la madre, y la puta y la llorona y la virgen y todas y ninguna son posibles.


*(¿Será por eso que Paloma le pregunta al niño en la última escena juntos que porqué no es escritor en vez de torero?)
Nela Escribano
Ibiza, 8 noviembre 2008